Hiroaki Samura es un autor con una notoria fascinación por el sufrimiento humano; y ese es uno de los temas que explora, desde diversas facetas, en La Espada del Inmortal. Manji es un ronin deshonrado y maldito con inmortalidad, pero no con inmunidad al dolor. Y el dolor, tanto físico, como emocional están constantemente patentes en él. La joven Rin, cuya familia fue asesinada por una misteriosa nueva escuela de esgrima, busca venganza y logra que Manji la acompañe como guardaespaldas... la esperanza de Manji es redimirse y deshacerse de la inmortalidad.
La Espada del Inmortal se desvía notoriamente de la narrativa tradicional de samurai. No solamente hace del sufrimiento un eje central y lo muestra sin tapujos ni filtros (la obra es extremadamente explícita en su violencia), sino que ofrece una reflexión crítica sobre los valores tradicionales del bushido y el honor del guerrero. Samura no busca repetir los tropos establecidos, sino que corroe la apariencia elegante de la mística samurai y deja en evidencia las contradicciones y la crudeza de un estilo de vida basado en la espada. Así, pese a ser una obra ambientada en la época Edo, no se hace problemas en incorporar anacronismos y elementos fantásticos, sin que ellos nos diviertan la mirada del realismo subyacente.
El estilo gráfico de Samura, además de violento, es muy espontáneo. Quienes esperen una linea limpia y "amigable" tan común en el manga, no la encontrarán aquí. El autor además echa mano a diferentes técnicas y herramientas para lograr viñetas expresivas y llenas de energía. Sobre todo en los primeros tomos, Samura no se hace problema es usar el grafito para una viñeta, y en la misma página entintar otra con plumilla, y otra con pincel; dejando que el carácter de cada viñeta dicte qué técnica requiere. Toda una joya estilística.
Quienes quieran una obra oscura, densa y violenta, pero llena de contenido y desafió, encontrarán en La Espada del Inmortal una obra maestra.